-
Arquitectos: EMBAIXADA arquitectura
- Área: 450 m²
-
Fotografías:Simone Bossi
-
Proveedores: AutoDesk, CIFIAL, CIN, Dada kitchens, Dae, Diasen, Duravit, EMBARRO, GHOME, Mottura, Oli, Robbialac, Robert McNeel & Associates, Roca, Sosoares, Viabizzuno, VitrA
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Este proyecto es la ampliación de una bodega de producción de vino, llamada Herdade da Cardeira. Situada en Borba, la intervención se enmarca en un paisaje agrícola, en donde predominan las plantaciones de viñas y olivares, notablemente marcado por la industria de explotación de las canteras de mármol, un negocio muy rentable en la región hasta hace pocos años y que, entretanto, entró en declive, dejando profundas huellas en la lectura del territorio.
El reto de actuar en un contexto rural, muy intervenido por el hombre, nos llevó a explorar principios de ocupación y construcción vernácula, punto de partida de una intervención en la que la innovación se basó en la adecuación del proyecto al lugar y en el uso de materiales de construcción que pudieran reducir su impacto ambiental.
En 2011, Erika y Thomas Meier, nos presentaron la propiedad que acababan de adquirir, así como sus necesidades y su enfoque para las nuevas instalaciones del complejo.
Preexistencias:
1. La bodega. Un edificio contemporáneo, recientemente construido por el antiguo propietario, el arquitecto Rogério Cavaca;
2. La colina. Una casa existente de dimensiones más bien reducidas que no servía para el propósito del nuevo programa.
Programa:
1. Una casa, para estancias periódicas de la pareja y sus hijas;
2. Una recepción/oficina, para la administración de la bodega;
3. Una sala de degustación y una cocina para recibir a los clientes.
Estos dos edificios coexistieron en la cima de una colina natural que se deformó con el tiempo por el movimiento de tierra de los viñedos y los edificios existentes.
El objetivo era organizar el programa teniendo en cuenta todos los flujos de trabajo relacionados con los diferentes usos, integrando los nuevos edificios tanto en el paisaje como con la bodega preexistente contribuyendo a una imagen unificada.
Se definieron y agruparon tres tipos de usuarios: 1. trabajadores, 2. clientes y 3. propietarios. La estrategia consistió en suavizar y moldear la topografía, acomodando las diferentes zonas programáticas en nuevos edificios dispersos e implantados a diferentes alturas a lo largo de la colina, según la privatividad del uso. La idea de diseñar y adaptar la gradación entre las distintas zonas programáticas, dentro y entre cada edificio, entendiendo el exterior como parte del interior, reforzó la sensación de unidad entre el paisaje y el conjunto.
Los espacios se suceden entre el interior y el exterior incorporando gradaciones de privacidad para los diferentes usos, haciendo que los límites entre ellos se difuminen, mediante el modelado topográfico que bordea las construcciones. La integración de las pérgolas en la continuidad del acristalamiento, apropiándose de las enredaderas, subraya la difuminación de estos límites.
Se diseñó un jardín asociado a los edificios, así como los espacios exteriores de descanso y circulación, con el objetivo principal de integrar la intervención en el paisaje. Las plantaciones son de origen autóctono, la mayoría de las cuales están destinadas a establecerse con el tiempo hasta el punto de no necesitar apenas riego. Su aparición debe seguir las estaciones del año y acompañar la evolución de las plantaciones de viñedos y olivos, integrando la nueva intervención en el paisaje.
Además de ser un escenario, integrado en el paisaje a través del jardín que rodea a los edificios, el complejo es como un antiguo pueblo en el que la agricultura, el comercio y la vivienda comparten el espacio, extendiendo cada edificio desde el interior hacia el exterior, a lo largo de las diferentes áreas con diferentes grados de privacidad, que al final definen toda la colina como una entidad con una sola imagen.